Comentario
Capítulo II
Que trata de la llegada de Pedro de Valdivia al valle de la Nasca, donde estaba el marqués don Francisco Pizarro, y del cargo que le dio
Allegado al real Pedro de Valdivia donde fue bien recibido del marqués, y platicando con él como hombre que entendía las cosas de la guerra, y viendo que era persona que se le podría dar y encargar cualquier cargo por importante que fuese, le hizo su maese de campo. Viendo Pedro de Valdivia la voluntad del marqués y la confianza que de él había hecho y viendo los negocios como estaban, tomó cuarenta de a caballo para ir donde Alonso Alvarado estaba.
Allegado el maestre de campo Pedro de Valdivia a la provincia de los suras, diez leguas antes de llegar a la puente de Abancay supo como ciertos caballeros de la gente de Alonso de Alvarado, por ser aficionados a la parte del adelantado, hicieron tal pacto y concierto que le dieron la gente a don Diego de Almagro, y apoderado de ella, prendió al capitán Alonso de Alvarado.
Sabido este suceso por el maese de campo, hizo vuelta y vínose a ver con el marqués. Sabido el marqués el suceso del dicho cómo el adelantado venía tan pujante, y que para resistir su pujanza no tenía gente, tomó parecer del maese de campo y de los demás capitanes. Retiráronse por sus pareceres a la ciudad de los Reyes con la gente que tenían.
Luego en aquella sazón se vino el adelantado con toda su gente y sentó su campo en el gran valle de Chincha, y de allí escribió al marqués a la ciudad de los Reyes. El marqués le respondió, y en las cartas que se escribieron dieron orden en como se vieron en el valle de Mala, y vistos ninguna confederación quedó entre ellos.
Luego el adelantado se fue a Chincha, y el marqués se fue al valle del Guarco, donde estaba el uno del otro ocho leguas. Estando allí dieron tal orden que el adelantado soltó a Hernando Pizarro y se fue de Chincha, que son los llanos, y él se fue a la sierra a la provincia de Guaitara, parte muy fuerte y fragosa de sierras. El marqués se fue al valle de Chincha, donde el adelantado había salido.
Viendo[se] Hernando Pizarro suelto, entró en si mayor enemistad e insistió a su hermano a mayor odio contra el adelantado, y dieron orden en cómo le seguirían y efectuasen su propósito, y ordenada su gente. Y en lo que había tratado el marqués don Francisco Pizarro a su maestre de campo había conocido de su persona ser hábil y suficiente, de que no estaba poco contento, para los negocios que entre manos tenían.
Otro día de mañana fueron en busca del adelantado don Diego de Almagro. Caminando por las sierras ásperas de la provincia de Guaitara allegó con gran trabajo a donde halló un paso muy agro y fuerte. En lo alto de la sierra estaba un capitán que se decía Francisco de Chaves con ciento y cincuenta hombres. E habiendo caminado aquella noche dos leguas de subida [a]cometió el maese de campo a pasar con su gente. Era un camino angosto y el maese de campo Pedro de Valdivia iba una pieza delante con doce hombres. Viéndose en lo más peligroso y cerca de sus enemigos, animó a sus compañeros, dándoles a entender como iban en servicio de Su Majestad y que eran españoles, y que allí se hallaban en parte donde lo habían de haber con sus iguales, y que si no vendían bien sus vidas, que morirían despeñados en aquellas sierras y bravas montañas, que era infamia de nobles, y que ninguno pretendiese la huida ni la tuviese por mejor partido, aunque la oscuridad de la noche se la convidaba.
"Y en todo, hermanos míos, más vale y mejor nos será ganar fama de buenos que ser infamados de cobardes".
Un poco espacio más adelante marchando por su paso muy asosegadamente tomó tres centinelas que tenía puestas el capitán Francisco de Chaves. Y tomadas y viéndose cerca de donde estaba Francisco de Chaves, dando arma acometió con sus once soldados. Y como la gente de Francisco de Chaves estaba descuidada, diéronse arma y diéronla al adelantado, y como era de noche y tomados de repente, pensaron que el maese de campo Valdivia y sus once españoles era el marqués con toda la gente. Desampararon el sitio y marcharon con toda priesa.
Ansí que de esta suerte fueron desbaratados por el maese de campo Pedro de Valdivia y viéndose con la victoria, llamó al marqués que subiese con el campo. Oída la nueva, el marqués venía subiendo por el paso, y en tanto amaneció y vino el día. El adelantado caminó hacia el Cuzco, e por parecer de sus capitanes, don Francisco Pizarro se volvió a la ciudad de los Reyes, dejando el campo encargado a su hermano Hernando Pizarro y a Pedro de Valdivia, su maese de campo.
Sabido por ellos que el adelantado iba al Cuzco, caminaron con su gente y asentaron el real en el valle de las Salinas a vista de la ciudad del Cuzco. Como el adelantado los vio, salió a ellos, y dieron una batalla, la cual fue muy crudamente herida de ambas partes, como de mano de españoles, y en fin de ella fue don Diego de Almagro y su gente vencida y desbaratada, y el marqués don Francisco Pizarro vencedor, pues su hermano Hernando Pizarro y el maese de campo Pedro de Valdivia habían vencido. Esta es la batalla que dicen de las Salinas.